sábado, 26 de junio de 2010

A 8 AÑOS DE LAS MUERTES DE MAXI Y DARIO


El 26 de junio de 2002 ante un plan de lucha del movimiento piquetero y el consiguiente corte de todos los accesos a la Capital Federal el gobierno del Presidente Duhalde ordena una represión que se convierte en cacería. El jefe del operativo policial Comisario Franchiotti junto con su chofer el cabo Acosta entran a la Estación Avellaneda, allí se encontraba Darío Santillán sosteniendo la mano de Maximiliano Kosteki en su última agonía. Ante tamaña muestra de solidaridad Acosta y Franchiotti lo fusilan por la espalda. El gobierno y los medios masivos dan la versión de un complot, se escuchan frases como “fue una pelea entre piqueteros”, “se mataron entre ellos”, el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Felipe Solá felicita a Franchiotti. Los medios alternativos publican las fotos de los asesinos disparando. Las masivas movilizaciones permiten develar la verdad. Duhalde adelanta las elecciones. Franchiotti y Acosta son condenados a perpetua. Los responsables políticos siguen impunes.

viernes, 25 de junio de 2010

La Carta


Es el mensaje del pueblo
Dice señora dos puntos el que va es un compañero
Dice que lleva en el sobre el amor de los obreros

Esta carta, nuestra carta, es nuestro agradecimiento
Nuestro de los que vendrán, y de los que ya se fueron
De los que sabrán de usted de los que no la conocieron
Aquellos que la llamaran la abanderada del pueblo


Que escucharan por ahí que muy arriba en el cielo
Se encuentra aquella mujer, junto al dios de los obreros
Junto a los descamisados, y a los dueños de este suelo,
Junto al General Peron, junto a los que mas sufrieron


Sabrán que usted dio sus horas, y hasta su vida por ellos
Sabrán que bajo su nombre se albergo el desconsuelo
Al niño, al necesitado, al explotado, al abuelo
Y que un día hubo justicia y afuera los fariseos


Si algún día usted ya no esta y si marchara al cielo
no mansillaran su nombre, mientras viva un solo obrero
pasara de mano en mano, su nombre a través del tiempo
nacerá todos los días porque, evita nunca ha muerto


Por mas que digan que digan, por mas que sigan mintiendo
adentro del corazón, sigue vivo el sentimiento
nunca podrían tapar, las manos el firmamento
su grito justicialista atravesara los tiempos


Un mensaje celestial, soplara a los cuatro vientos
Dirá si estuviera Evita, no nos pasaría esto
De la entraña de la tierra, de la inmensidad del cielo
Verán resurgir su nombre y sus millones volviendo

Aldo Diaz

viernes, 4 de junio de 2010

Carta a los Jóvenes del año 2000


Esta carta fue escrita por Juan Domingo Perón y enterrada en la base de la Pirámide de Mayo el 12 de agosto de 1948. Debería haber sido desenterrada el 12 de agosto de 2006, en el bicentenario de la reconquista de Buenos Aires luego de la primera invasión inglesa.

Los hombres de la resistencia del Movimiento Nacional Justicialista conservaron este mensaje, que fue leído en la fecha y tal como lo pidiera el Gral. Perón por los jóvenes de la JUP, en Plaza de Mayo.

Mensaje a los Jóvenes del Año 2000

La juventud argentina del año 2000 querrá volver sus ojos hacia el pasado y exigir a la historia una rendición de cuentas encaminada a enjuiciar el uso que los gobernantes de todos los tiempos han hecho del sagrado depósito que en sus manos fueron poniendo las generaciones precedentes, y también si sus actos y sus doctrinas fueron suficientes para llevar el bienestar a sus pueblos y para conseguir la paz entre las naciones.

Por desgracia para nosotros, ese balance no nos ha sido favorable. Anticipémonos a él para que conste, al menos, nuestra buena fe y confesemos lealmente que ni los rectores de los pueblos ni las masas regidas, han sabido lograr el camino de la felicidad individual y colectiva.

En el transcurso de los siglos hemos progresado de manera gigantesca en el orden material y científico, y si cada día se avanza en la limitación del dolor, es solamente en su aspecto físico, porque en el moral, el camino recorrido ha sido pequeño.

El egoísmo ha regido muchas veces los actos de gobierno y no es el amor al prójimo, ni siquiera la compasión o la tolerancia, lo que mueve las determinaciones humanas.

Esa acusación resulta aplicable tanto a los pueblos como a los individuos. Cierto que en uno y en otros se dan ejemplos de altruismo, pero como hechos aislados de poca o ninguna influencia en la marcha de la humanidad. Es cierto que en ocasiones parece que se ha dado un gran impulso en favor de los nobles ideales y de las causas justas, pero la realidad nos llama a sí y nos hace ver que todo era una ilusión. Apenas terminada la guerra, ponemos nuestra esperanza en que ha de ser la última porque las diferencias entre las naciones se han de resolver por las vías del derecho aplicado por los organismos internacionales. Pocos años bastan para demostrarnos con un conflicto bélico de mayores proporciones el tremendo error en que habíamos caído. Hasta el aspecto caballeresco de las batallas se ha perdido y hoy vemos con el corazón empedernido como al cabo de veinte siglos de civilización cristiana, caen en la lucha niños, mujeres y ancianos.

Apenas un conflicto social ha sido resuelto vemos asomar otro, de más grandes proporciones, no siempre solucionado por las vías de la inteligencia y de la armonía sino por la coacción estatal o de las propias partes contendientes más fuertes, no el del mejor derecho.

Frente a esta lamentable realidad: ¿de qué han servido las doctrinas políticas, las teorías económicas y las elucubraciones sociales?. Ni las democracias ni las tiranías, ni los empirismos antiguos ni los conceptos modernos han sido suficientes para quietar las pasiones o para coordinar los anhelos. La libertad misma queda limitada a una hermosa palabra, de muy escaso contenido, pues cada cual la entiende y la aplica en su propio beneficio. El capitalismo se vale de ella no para elevar la condición de los trabajadores procurando su bienestar, sino para deprimirles y explotarles. Los poseedores de la riqueza no quieren compartirla con los desposeídos sino aceptarla y monopolizarla. E inversamente, los falsos apóstoles del proletariado quieren la libertad más para usarla como un arma en la lucha de clases que para obtener lo que sus reivindicaciones tengan de justas.

No ha empezado a alborar el liberalismo económico cuando -para impedir sus aplausos- tiene el Estado que iniciar una intervención cada vez más intensa a fin de evitar el daño entre las partes y el daño a la colectividad. Pero tampoco su intervencionismo constituye un remedio eficaz porque, o es partidista, o busca anular las libertades individuales y con ellas a la propia persona humana.

El mundo ha fracasado. Mas este fracaso, ¿será tan absoluto que no deje un mínimo resquicio a la esperanza?. Posiblemente podamos mantener el optimismo con la ilusión de que el avance de la humanidad hacia su bienestar es tan lento que no lo percibimos, pero de cada evolución queda una partícula aprovechable para el mejor desarrollo de la humanidad. El avance es invisible y está oculto por sus propios vicios a que antes he aludido, pero no por eso deja de existir.

Se haría más perceptible si cada uno de nosotros se despojase de algo propio en beneficio de sus semejantes, si tratase de dirigir las disputas con la razón y no con la violencia. Dentro de mis posibilidades así he procurado hacerlo y, en este sentido, he orientado mi labor de gobernante. Válgame por lo menos la intención y sea ella la que juzguen y valoren mis críticos del porvenir.

La humanidad debe comprender que hay que formar una juventud inspirada en otros sentimientos, que sea capaz de realizar lo que nosotros no hemos sido capaces. Esa es la verdad más grande que en estos tiempos debemos sustentar sin egoísmos, porque éstos nos han conducido solamente a desastres.

En nuestra querida Argentina, el panorama descrito se ha sentido sin ser cruento, pero en el orden general, los hechos prueban que ha sido el acierto la resolución que ha precedido nuestra realidad. La independencia política que heredamos de nuestros mayores hasta nuestros días, no había sido colectivizada por la independencia económica que permitiera decir con verdad que constituíamos una nación socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana.

Por eso nosotros hemos luchado sin descanso para imponer la justicia social que suprimiera la miseria en medio de la abundancia; por eso hemos declarado y realizado la independencia económica que nos permitiera reconquistar lo perdido y crear una Argentina para los argentinos, y por eso nosotros vivimos velando porque la soberanía de la Patria sea inviolable o inviolada mientras haya un argentino que pueda oponer su pecho al avance de toda prepotencia extranjera, destinada a menguar el derecho que cada argentino tiene de decidir por sí dentro de las fronteras de su tierra.

Contra un mundo que ha fracasado, dejamos una doctrina justa y un programa de acción para ser cumplido por nuestra juventud: esa será su responsabilidad ante la Historia.

¡Quiera Dios que ese juicio les sea favorable y que al leer este mensaje de un humilde argentino, que amó mucho a su Patria y trató de servirla honradamente, podáis -hermanos del 2000- lanzar vuestra mirada sobre la Gran Argentina que soñamos, por la cual vivimos, luchamos y sufrimos!"

Juan Domingo Perón