El Militante no está por un interés comercial. Él cumple, sencillamente, cumple.
Él sabe lo que es volver de madrugada llevando encima el popurrí colorinche de cientos de gotas de pintura. A él, alguna vez le dolieron las manos arrugadas de engrudo, cuando el frío salía con él y se mantuvo firme a su lado, a lo largo de alguna pegatina.
Él volvió y vuelve casi siempre tarde, cuando los chicos duermen, cuando ella, su compañera, su esposa, su madre, lo está esperando con el plato humilde de guiso caliente y el beso reparador. Y él sabe también, de a ratos, lo que es comer solo, porque «bueno... ya es demasiado tarde y no vale la pena, quédate en la cama que yo como y voy...».
Él a veces regresa temprano y los vecinos se asombran de verlo, lo miran y lo señalan con el dedo: «ahí va el peronista», dicen, y lo que ahí va, en realidad no es solo «El Peronista», sino además «EL MILITANTE».
Él habla de política en todas partes. Él es el que vende las rifas y el que invita a la peña. Él es el que convoca a una charla de doctrina y el que, a veces, -digámoslo- hasta llega a aburrir, ya que el que no milita no entiende, lo ve como a un «personaje», aunque Él en realidad no quiere serlo.
El Militante defiende al Peronismo en todas partes, en todo momento. Sabe que tal dirigente es un charlatán, lo afirma: en la Unidad Básica, en el sindicato, cuando habla con otro peronista; pero atención: en las reuniones familiares, por ejemplo, o en el colectivo o en cualquier lugar en que un «contra» le critica a ese dirigente, saca la espada y pelea, pelea y lo defiende como si fuera un hermano, y lo hace porque de esa manera esta defendiendo al peronismo, dado que al «contra» poco le importan nuestros dirigentes, lo que verdaderamente les duele es el Peronismo.
El Militante compra la tela y por lo general, es su madre, su esposa o su hermana quien hace la bandera. A él se le ocurren las consignas, es el que llega con su orquesta bochinchera individual (Bombo, Garganta y Corazón) y pone ritmo y color en cada acto peronista. Él mantiene viva la fuerza de nuestro Movimiento, Él organiza las misas por los caídos, los que fueron como él; y él sabe, -¡si lo sabrá!- que quizás algún día el sea como ellos…
El Militante es una mezcla de abeja y de juglar, que trabaja, a veces en voz alta y a veces en silencio, narrando historias, organizando algo, arrimando su granito de arena a la construcción de nuestra patria.
Él, todo lo que hace, es por amor. Quiere que su pibe se llame Juan Domingo (por amor al General). A su piba, le puso María Eva (por amor a Evita). Sí, el Militante todo lo hace por amor. Y él sabe de la ingratitud. A él lo acusan: «vos andas detrás de algo»; «dale, ¿en qué curro andás?»; «y… te acomodaste». Y él no responde. Sigue él, con bronca; y a veces se enoja, brama, putea, porque él no quiere nada, él no persigue nada «raro»; es más: él pierde siempre, si de dinero se trata. Él es el que compra las rifas, paga el café, viaja, paga el colectivo. Él es que pierde las horas extras, Él es el que pone para «sacar el volante», para pagar el local y, si alguno lo pecha, Él saca y da.
El Militante es el arquetipo de voluntario. Todo lo da, a cambio de la satisfacción del deber cumplido. Es como el hornero: canta y trabaja, construye y canta. Cuando llame a su casa, recíbalo con alegría; cuando lo vea por la calle, no pase indiferente. El Militante necesita de su afecto, porque, aunque él no especula, nunca y aunque él no lo demuestre, a veces se siente solo… como Usted, ¿vio?. Y, si bien él sabe que Usted lo quiere, además necesita un cachito de su afecto y que de vez en cuando además de quererlo, Usted, Compañero, se lo diga.
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